Que el mercurio no dé tregua en verano, es más que una obviedad cuando no el umbral de temperaturas mínimas también se mantiene elevado. Esto hace que el impacto en la salud se note cada vez más. Las cifras de su huella se recogen en fallecimientos: más de 47.000 personas murieron en Europa como consecuencia de las altas temperaturas en 2023, el año más cálido registrado a nivel mundial y el segundo más cálido en Europa.
Nuestro país fue el segundo, tras Italia, en número de fallecimientos: 8.352 y 12.743, respectivamente. Junto a Alemania (6.376), engloban casi la mitad de los fallecimientos en el continente. Dentro de nuestras fronteras, Barcelona, Madrid y Valencia, concentran las cifras más altas, (839, 830 y 561).
Un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación "la Caixa", y publicado en Nature Medicine, ha realizado las estimaciones oportunas para conocer cómo el exceso de calor ha afectado a la población y cómo nos estamos acostumbrando a las olas térmicas.
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- Redacción: RICARDO F. COLMENERO
- Redacción: EFE Madrid
En este trabajo, como apunta Elisa Gallo investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, también se destaca que "la sociedad ha cambiado a favor de una mejor adaptación a las altas temperaturas, aunque sigue muriendo mucha gente y habría que actuar más rápidamente". Estos mecanismos de protección habrían reducido la carga de mortalidad relacionada con el calor un 80%.
Gallo justifica que "en el estudio no medimos directamente cuáles fueron los cambios. Nuestro objetivo era mirar si las condiciones habían cambiado y cómo. Esto puede ser un principio para el desarrollo de diferentes investigaciones en el futuro".
"Hemos observado que desde el año 2000, la temperatura de mínima mortalidad (la temperatura óptima con menor riesgo de mortalidad) se ha ido calentando gradualmente de media en el continente, pasando de 15ºC en 2000-2004 a 17,7ºCen 2015-2019. Esto indica que somos menos vulnerables al calor de lo que éramos a principios de siglo, probablemente como resultado del progreso socioeconómico general, las mejoras en el comportamiento individual y las medidas de salud pública, como los planes de prevención del calor puestos en marcha tras el verano récord de 2003", añade Elisa Gallo.
Todas estas investigaciones son necesarias, más si cabe ahora que se han sucedido dos años con elevadas cifras de mortalidad: en 2022 se reportaron 60.000 muertes durante el verano. Dominic Royé, responsable de ciencia de datos en la Fundación para la Investigación del Clima, como recoge SMC, apunta que una cuestión clave que plantean los autores: "¿Hasta qué punto ha habido suficiente adaptación desde la gran ola de calor de 2003, cuando vemos el gran número de muertes estimadas en Europa en 2022?"
En este sentido, Gallo aclara que sin ser el objetivo "para analizar el efecto en las poblaciones vulnerables nosotros separamos la población. Por ejemplo, distinguimos por sexo y observamos que en el grupo mujeres la tasa de mortalidad era 55% más alta que en los hombres. También hicimos un análisis por grupos de edad y concluimos que las personas mayores de 80 años son las que tienen un riesgo más alto".
Por ello Royé subraya el hecho de la sociedad debe contar con el factor edad en el desarrollo de políticas de salud pública. "Sobre todo, si tenemos en cuenta que una de cada cinco muertes relacionadas con el calor puede atribuirse al envejecimiento de la población en las próximas décadas".
En España, según las según estimaciones del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), este año se han registrado 608 muertes atribuibles a las altas temperaturas en la semana en que comenzó agosto (del 29 de julio al 5 de agosto), casi el doble que la semana anterior (22-29 de julio), cuando se registraron 335, convirtiéndose así en la peor semana del año.
La investigación reproduce la metodología de un estudio anterior publicado el año pasado, también en Nature Medicine. A diferencia del verano de 2022, que se caracterizó por temperaturas extremas persistentes en la parte central de la estación desde mediados de julio hasta mediados de agosto, en 2023 no se registraron grandes anomalías térmicas durante las mismas semanas. Sin embargo, dos episodios de altas temperaturas a mediados de julio y finales de agosto habrían sido responsables de más del 57% de la mortalidad global estimada, con más de 27.000 muertes.
¿Quiénes sufren más por el impacto de las olas de calor?
Gallo disecciona los datos y analiza más allá del grupo etario ya mencionado antes. "Hemos visto que las personas mayores de 80 años son los que más riesgo tienen. ¿Por qué? Estas personas es muy probable que tengan comorbilidades y estas patologías que les hacen más sensibles al estrés por calor". Y continúa poniendo sobre la mesa un determinante sociosanitario: "También hay una mayor probabilidad de estas personas de avanzada edad vivan solas y eso suma más riesgo porque pueden verse en una situación donde es más difícil tener una ayuda necesaria".
Si miramos regiones, "el sur de Europa es el más afectado", apunta la investigadora del ISGlobal. En 2023 los países más afectados fueron Grecia, Chipre, España, Italia, Bulgaria y Portugal y "corresponden con los países donde se registran las temperaturas más extremas durante el verano". A nivel español las regiones con una mayor mortalidad por calor fueron "Castilla-La Mancha, Extremadura, Comunidad Valenciana, Andalucía y Canarias, todas con una mortalidad superior a 200 muertos por un millón de habitantes", especifica Gallo.
Desafíos para el futuro: ¿cuánto calor podemos soportar?
La investigadora subraya que las temperaturas siguen siendo muy altas cada año, "de hecho el mes de junio de 2024 fue el 12º mes consecutivo en alcanzar los 1,5ºC que recoge el Acuerdo de París". Ante una tendencia de temperaturas al alza, se apunta a la necesidad de adaptación y aprendizaje, "pero es fundamental tener en cuenta que hay que actuar para frenar esta tendencia porque existen límites fisiológicos del cuerpo y también de las sociedades a esta adaptación".
Gallo recuerda que "lo más importante es empezar a considerar el cambio climático como un problema de salud porque hemos visto, en este caso hablamos de calor, pero hay muchos más ejemplos bien representados en el Lancet Countdown Europe".
"Es importante mejorar la planificación urbana, los aislamientos de los edificios, enseñar a las poblaciones las medidas que tomar durante estos periodos para que cambien su comportamiento, aumentar los espacios verdes que no solo ayudan a reducir el efecto del calor sino también reducen la polución del aire y el ruido, ayudan a mejorar el estrés psicofisiológico y a incrementar la actividad física", remacha la investigadora de ISGlobal.